Jesús regresará repentinamente para establecer el reino de Dios. No cabe la menor duda. Dios lo ha prometido por el poder de su propia existencia. El dice que la venida de su reino es tan segura como el hecho de que el día sigue a la noche.
Exactamente cómo y cuándo aparecerá Cristo, no se nos ha dicho, pero desde el momento de su venida el mundo no volverá a ser el mismo.
El establecimiento del reino de Dios no será un suceso instantáneo. Los indecibles sufrimientos causados por siglos de mal gobierno humano no serán borrados de la noche a la mañana, ni la tierra despertará inmediatamente a un nuevo y límpido amanecer y a un día incomparable. Más bien la Biblia nos dice que habrá un período de transición durante el cual los viejos males serán eliminados para introducir un nuevo y perfecto sistema. Aunque una considerable cantidad de detalles puede ser recogida de la Biblia, la cronología de algunos de los sucesos de este período es incierta, así como su secuencia exacta. En otras palabras, se nos dice lo que sucederá al regreso de Cristo, pero no podemos estar seguros de cuándo y en qué orden. Con esta salvedad veamos dos importantes sucesos de este período de transición: la resurrección y galardón de los santos, y el castigo de Dios para el mundo por su maldad.
Resurrección y recompensa
En el capítulo 10 consideramos las enseñanzas bíblicas sobre la resurrección y la emocionante perspectiva que espera a quienes sean hallados dignos de vida eterna. La resurrección y juicio de sus santos figurarán probablemente entre las primeras actividades que Jesús hará realizará a su regreso.
Todo el que ha conocido el camino de vida de Dios es responsable ante el tribunal de Cristo. La vasta mayoría de estos habrá muerto, algunos en los milenios pasados, pero otros todavía estarán vivos en su venida. De estas dos categorías los muertos resucitarán primero, y luego los vivos serán reunidos para encontrar con ellos a Cristo. Varios pasajes describen esos sucesos:
«Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.» (1 Tesalonicenses 4:15-17)
«Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.» (Mateo 24:31)
«Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.» (Mateo 24:40-41)
De este modo todos los que han conocido el camino de Dios serán reunidos delante de Jesús para recibir su veredicto sobre sus vidas. Como vimos en el capítulo 10, los infieles y desobedientes recibirán castigo y muerte. Para ellos habrá «vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2; Juan 5:29; Mateo 25:46). Pero los fieles recibirán en el juicio el don de inmortalidad, pues como dijo Pablo, Jesús «transformará el cuerpo de la humillación nuestra» (Filipenses 3:21). Después que los santos hayan sido glorificados, Cristo tendrá a su disposición una multitud de inmortales para ayudarlo en su tarea de establecer el reino de Dios.
Cristo y sus perfeccionados santos comenzarán entonces la gran tarea de derribar el reino de los hombres, cumpliendo así la predicción de Dios en el sueño de Nabucodonosor cuando la gran estatua cayó en fragmentos a la tierra al recibir el impacto de la piedra. Será también el tiempo cuando las promesas de Dios a Abraham y David tendrán su cumplimiento definitivo. Cristo finalmente «poseerá las puertas de sus enemigos» como Dios prometió a Abraham, y habrá restablecido el trono de David en Jerusalén.
El conflicto final
Se esperaría que un mundo en el que cientos de millones afirman seguir a Jesús le dará la bienvenida con los brazos abiertos y la voluntad de someterse a su dominio; pero la Biblia desvanece tales pensamientos confortantes. La afirmación de Cristo de ser el nuevo gobernante del mundo será respondida con violencia. David predijo la reacción de por lo menos algunas naciones en este tiempo:
«¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido (Mesías), diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas.»
Pero tan insignificante oposición será inútil, provocando solamente la ira de Dios:
«El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte.» (Salmos 2:1-6)
Claramente, la pretensión de Cristo de ser rey será resistida. ¿Qué más dice la Biblia sobre esto?
Jesús se manifestará en la tierra probablemente después que el invasor del norte haya desbordado a Israel, y su primera tarea será librar la tierra de la ocupación extranjera. Después aplastará la oposición proveniente de otros lugares, lo cual posiblemente incluya otro ataque contra la tierra de Dios. La Biblia contiene muchas alusiones al gran conflicto final entre el poder del pecado disfrazado de gobierno humano y el invencible poder de Cristo. En el capítulo anterior vimos que los preparativos para este encuentro se están realizando actualmente, y ésta es una señal del inminente retorno de Cristo. Ahora veremos el resultado. Será una guerra de varias batallas y aunque, como ya hemos mencionado, las profecías no nos permiten determinar la secuencia exacta de los eventos, parece que la tierra santa será liberada primero y los judíos serán presentados a su Mesías. Entonces Jesús aplastará los desafíos a su autoridad que ocurran en otras partes del mundo. En la siguiente sección proporcionaré el resultado general de los sucesos sin intentar distinguir entre las diversas fases de la operación.
Israel liberado
Las referencias al ataque final sobre los judíos y Jerusalén y su consiguiente liberación por su Mesías son muy específicas. Este es el cuadro revelado por los profetas:
«Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra.» (Joel 3:1-2)
«Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio.» (Zacarías 14:2)
Esto será acompañado de vastos preparativos de guerra en muchas partes del mundo:
«Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy. Juntaos y venid, naciones todas de alrededor, y congregaos.» (Joel 3:9-11)
Los nombres hebreos casi siempre tienen significado, y esto es verdad en cuanto al lugar donde se reúne este enorme ejército internacional, el valle de Josafat. La primera parte de la palabra Josafat es una forma abreviada del nombre personal de Dios, Jehová, o mejor, Yahvé. La segunda parte significa juicio. Así que el valle de Josafat en el que estos invasores se reúnen significa el valle del juicio de Yahvé y con tan siniestra denominación debe verse claramente como un nombre simbólico, que se propone describir los acontecimientos trascendentales que ocurrirán allí, más que identificar un valle israelita en particular. El Nuevo Testamento también describe este suceso y le da otro nombre simbólico que es probablemente más conocido. Hablando de un espíritu de oposición operando en la tierra en esta época, Juan dice que irá
«a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso… Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.» (Apocalipsis 16:14,16)
Una posible traducción de la palabra Armagedón es «un montón en un valle de juicio,» lo que la hace equivalente al valle de Josafat del Antiguo Testamento. Ambos nombres describen el enfrentamiento entre Dios y el hombre:»
Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión… Y Jehová rugirá desde Sion, y dará su voz desde Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra.» (Joel 3:14,16)
«Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla.» (Zacarías 14:3)
El resultado de este conflicto será decisivo. Muchos pasajes bíblicos que usan el lenguaje figurado aplicable a épocas pasadas, pero que puede ser fácilmente percibido en términos de guerra moderna, relatan la destrucción de toda oposición humana cuando Dios interviene abiertamente para proteger su tierra y pueblo:
«Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén.» (Zacarías 12:9)
«Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: Que en aquel tiempo habrá gran temblor sobre la tierra de Israel… Y sacaré tu arco de tu mano izquierda, y derribaré tus saetas de tu mano derecha. Sobre los montes de Israel caerás tú y todas tus tropas, y los pueblos que fueron contigo… Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová.» (Ezequiel 38:19; 39:3-4; 38:23)
«Dios es conocido en Judá; en Israel es grande su nombre… Allí quebró las saetas del arco, el escudo, la espada y las armas de guerra… Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño; no hizo uso de sus manos ninguno de los varones fuertes. A tu reprensión, oh Dios de Jacob, el carro y el caballo fueron entorpecidos … ¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira? Desde los cielos hiciste oír juicio; la tierra tuvo temor y quedó suspensa cuando te levantaste, oh Dios, para juzgar, para salvar a todos los mansos de la tierra.» (Salmos 76:1,3,5-9)
La última de esas tres citas es un ejemplo excelente de que hay información sobre el futuro oculta en la Biblia en muchos lugares inesperados. Lo que parece ser un salmo sobre el reino de David en el pasado, se transforma repentinamente en una profecía del tiempo del fin y el establecimiento del trono eterno de David. ¿Cómo podemos saber esto? Por la información de la última frase. Sólo habrá una vez cuando Dios se levantará en juicio «para salvar a todos los mansos de la tierra,» y eso sucede cuando Cristo retorna. Si Ud. lee el resto del salmo, encontrará alusiones que lo vinculan con el salmo 2 que definitivamente se refiere a este tiempo.
El núcleo del reino
Por el tiempo en que la tierra santa es liberada de todas las fuerzas hostiles, Jerusalén será la escena de un evento dramático y conmovedor. Los judíos después de experimentar la humillación y los horrores de la invasión y ocupación, seguidos del gozo de la liberación, llegarán a darse cuenta repentinamente de la identidad de su libertador. La política nacional de los judíos ha sido siempre el rechazo de la pretensión de Jesús de ser su tanto tiempo prometido Mesías. Pero entonces su error al rechazarlo y su culpa en la crucifixión serán innegables.
No es difícil imaginar el sincero remordimiento de los judíos cuando se dan cuenta de la enormidad de su pecado al haber matado al único a quien Dios envió para ser su Mesías. Se arrodillarán delante de Jesús llenos de penitencia, contrición y angustia, dejando escapar públicamente sus lamentos y expresiones de pesar:
«Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y miraran a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén… Y la tierra lamentará…» (Zacarías 12:10-12)
Este arrepentimiento nacional y aceptación de Jesús será la base sobre la cual Dios restaurará y bendecirá a Israel:
«Y de aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo soy Jehová su Dios. Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice Jehová el Señor.» (Ezequiel 39:22,29)
La redimida nación de Israel, con Jesús finalmente entronizado como rey de los judíos, vendrá entonces a ser el núcleo del reino de Dios en la tierra, y Jerusalén su ciudad capital (Mateo 5:35; Miqueas 4:8). Desde este centro parece que Jesús invitará a someterse al resto del mundo, dando a las naciones la elección entre aceptar voluntariamente o por la fuerza su posición como Rey de reyes. Continuando la cita de Salmos 2, que la autoridad del Nuevo Testamento aplica a Cristo (Hechos 13:33), leemos la promesa de Dios a Jesús de que poseerá toda la tierra, y su consejo a las naciones de someterse a su nuevo gobernante:
«Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.» (Salmos 2:6-12)
Podemos deducir que esta invitación a conceder la soberanía al nuevo rey en Jerusalén no será muy aceptable para la mayoría de las naciones. Claras referencias hablan de un intento unificado para destituir este nuevo campeón de los judíos a quien las otras naciones verán probablemente como un impostor que ha engañado a Israel con pretensiones fraudulentas, y quien con su presencia personal está profanando los santos lugares en Jerusalén. Esta es la trama descrita en el libro de Apocalipsis siguiendo las ideas y hasta las mismas frases del salmo antes citado. Aunque el lenguaje es obviamente figurado, claramente indica que habrá un conflicto final entre los gobernantes del mundo y Cristo, quien será ayudado por sus santos inmortales:
«Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEñOR DE SEñORES.
Y vi… a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.» (Apocalipsis 19:11,14-16,19)
El resultado de tal enfrentamiento ha de ser inevitable. El hombre mortal no puede prevalecer cuando opone su minúsculo poder al que puede decir con total veracidad «toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18). La oposición a Jesús se derretirá bajo el calor de su poderosa y justa ira, hasta que al final todo el mundo lo reconocerá como su supremo gobernante.
La obra de Cristo para someter a las naciones, resucitar a los muertos, recompensar a los fieles, y establecer el reino de Dios es resumida en otra parte del libro de Apocalipsis. Forma parte de las bien conocidas palabras del Coro Aleluya en el Mesías de Handel, pero aquí están colocadas en el contexto exacto de su regreso a la tierra.
«Hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y el reinará por los siglos de los siglos. Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso… porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.» (Apocalipsis 11:15,17-18)
El día del juicio
Para mucha gente los anteriores pasajes de la Biblia, con sus repetidas alusiones a cosas como la «ira de Dios» y «el ardor de su ira,» posiblemente parezcan muy extraños. Podrían aceptar que Jesús regresará un día a la tierra; pero sugerir que él usará su poder para atacar y castigar a la gente, o usar la fuerza para efectuar los cambios necesarios para inaugurar el reino de Dios, es, según ellos, nada menos que ridículo y blasfemo. ¿Dónde está el benévolo Jesús, manso y tierno que se les enseñó en la Escuela Dominical? ¿Dónde está el Dios de amor que es bondadoso, misericordioso y deseoso de salvar a todos los hombres?
Este cómodo punto de vista popular sobre Dios y Jesús no se ha derivado de un estudio completo de la enseñanza de la Biblia, sino más bien de lecturas selectivas que no toman en cuenta la mayoría de pasajes que no concuerdan con el concepto de un Ser Supremo totalmente benigno. Dios ciertamente es revelado como un Dios de amor, bondad y paciencia, pero también como un Dios de justicia «que de ningún modo tendrá por inocente al malvado» (Exodo 34:7). En el Nuevo Testamento, Pablo de modo similar se refiere a los dos aspectos de los atributos del Creador. El habla de «la bondad y severidad de Dios» (Romanos 11:22), y en otra ocasión previene a sus lectores que «nuestro Dios es fuego consumidor» (Hebreos 12:29).
Jesús es también verdaderamente tierno y bondadoso con aquellos que están preparados para escucharlo; pero para los que lo rechazan será severo e inflexible. Como ejemplo considere sus propias palabras sobre lo que él hará a su regreso:
«Así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.» (Mateo 13:40-42)
Así que mientras Dios es bondadoso y misericordioso con los que creen y confían en él, su sentido de justicia y su odio del pecado hacen que castigue a quienes se niegan a escuchar. En todos sus tratos con el hombre, Dios es muy paciente, pero finalmente debe ser justo:
«¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?» (Ezequiel 18:23)
«Jehová es tardo para la ira y grande en poder y no tendrá por inocente al culpable.» (Nahum 1:3)
As í que si el hombre rehúsa escuchar, Dios, por muy paciente que sea, finalmente tendrá que intervenir para castigar el pecado. El ha hecho esto antes por lo menos en dos ocasiones anteriores: el diluvio y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Se está acercando rápidamente el tiempo cuando lo hará otra vez. Por tanto no cerremos nuestros ojos a la clara enseñanza de toda la Biblia de que al tiempo del fin, la humanidad sufrirá terriblemente durante el proceso de purificación que la limpiará y preparará para el establecimiento del reino de Dios. Recuerde que la estatua del sueño de Nabucodonosor no fue gradual y quietamente absorbida dentro de la piedra que llegó a ser el reino de Dios, sino que fue violentamente demolida y luego retirada.
«El justo juicio de Dios»
Hay una situación que es muy popular entre los caricaturistas. Un hombre sucio y desgreñado sostiene una pancarta con la leyenda «El fin del mundo se acerca», o también «Prepárese para enfrentar su sentencia.» La mayor parte de las personas se burla de tales advertencias que según su criterio provienen de grupos lunáticos de la sociedad, aunque en términos de la Biblia contienen más que una partícula de una verdad incómoda. El mundo está a punto de sufrir las consecuencias más terroríficas y devastadoras por su rechazo a Dios. Si estos juicios divinos sólo fueran mencionados en algún pasaje oscuro y simbólico de la Escritura sería posible interpretarlos de manera simbólica; pero son el centro del mensaje de toda la Biblia. Me gustaría dar ejemplos de las palabras de los apóstoles Pablo y Pedro y de la profecía de Isaías para demostrar que, contrario a la práctica actual de la mayoría de iglesias, la realidad del juicio de Dios al pecado fue una parte prominente de la predicación cristiana original.
Pablo y el «juicio venidero»
El juicio final, en escala particular o mundial, es una característica importante de la enseñanza de Pablo. En una de sus cartas el apóstol previene a los de corazón duro e impenitente que están atesorando para sí mismos
«ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras.» (Romanos 2:5-6)
Pablo pudo obviamente expresar este juicio en términos muy reales, puesto que leemos que cuando
«al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó…» (Hechos 24:25)
Antes había dicho a los atenienses por qué debían volverse a Dios:
«Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.» (Hechos 17:31)
Pero las descripciones más fuertes de Pablo del castigo que el mundo que rechaza a Dios recibirá de mano de Jesús a su regreso están contenidas en su carta a los creyentes de Tesalónica. Aquellos que piensan que amor y misericordia son las únicas características de Cristo y su Padre deben examinar con cuidado estas palabras inspiradas. Hablando del tiempo de recompensa y consuelo para los verdaderos seguidores de Cristo, Pablo dice que será un tiempo de castigo para un mundo impío:
«Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor.» (2 Tesalonicenses 1: 7-9)
Pablo se refiere de nuevo a este aspecto de la obra de Cristo en su segunda carta a ellos. Con relación a los sistemas inicuos que se opondrán a Jesús en su retorno, escribió:
«a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida.» (2 Tesalonicenses 2:8)
¿Ha notado usted la repetida mención de fuego en relación con estos castigos? Claramente Pablo no tenía ilusiones sobre la severidad del juicio de Dios para el mundo al cual Jesús habría de regresar. ¿Compartían otros escritores inspirados del primer siglo esta comprensión de los problemas que antecederán al establecimiento del reino de Dios?
«Guardados para el fuego»
Esta frase del apóstol Pedro describe el destino del mundo que experimentará el retorno de Jesús a la tierra. Como su Maestro él basa su enseñanza en el mundo antiguo destruido por el diluvio. Refiriéndose a los que en los últimos días no creerían en el regreso de Jesús, dice:
«Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua.» (2 Pedro 3:5-6)
Cuando Pedro se refiere al mundo antediluviano que pereció, obviamente no se refiere al cielo y la tierra literales. El diluvio destruyó el maligno sistema sobre la tierra que había sido producido y mantenido por una generación de hombres perversos. El planeta en sí sobrevivió y pronto fue restaurado a su fertilidad y belleza antiguas. Del mismo modo los cielos y la tierra de los cuales habla Pedro y que pasarán cuando Jesús retorne, representan la estructura de la sociedad y gobierno humanos y no el globo mismo. Esto tiene que ser así puesto que en otra parte leemos que «la tierra siempre permanece» (Eclesiastés 1:4).
Admitiendo que los cielos y la tierra son las organizaciones humanas en este planeta y que han existido desde el diluvio, prestemos atención a lo que Pedro dice que les sucederá al regreso de Jesús:
«Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.»
«Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que ella hay serán quemadas.» (2 Pedro 3:7,10)
Pedro repite el mensaje de Jesús y Pablo. El mundo será sujetado a un intenso y doloroso proceso de purificación en el período que sigue al regreso de Cristo. Los malos serán destruidos y todos los sistemas humanos serán abolidos como lo fueron en el diluvio.
«Será quebrantada del todo la tierra»
El tercer ejemplo es del Antiguo Testamento, y su mensaje es exactamente el mismo. En la profecía de Isaías hay un grupo de cuatro capítulos (24-27) que contienen una imagen gráfica del caos que viene sobre un mundo que se ha contaminado completamente:
«He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores.»
«La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada; porque Jehová ha pronunciado esta palabra.»
«Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio… y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará.» (Isaías 24:1,3,19-20)
La completa desolación de la tierra vendrá como un castigo sobre su población a causa de sus caminos degradantes:
«Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres.» (Isaías 24:5-6)
Todo esto sucederá a pesar de las oportunidades que el hombre ha recibido año tras año a fin de que se vuelva a Dios y manifieste arrepentimiento:
«Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová. Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven.» (Isaías 26:10-11)
Así que el único modo para que el mundo pueda ser reformado y purificado será por medio de los juicios de Dios:
«Porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.» (Isaías 26:9)
Pero la perspectiva no es totalmente oscura. De las cenizas y caos de los reinos humanos destruidos se levantará un nuevo orden. Las ciudades arruinadas de las naciones darán paso a una nueva «ciudad»—el reino de Dios sobre el cual Cristo gobernará y en el cual todos encontrarán paz y seguridad. Porque Isaías también dice en este pasaje:
«En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro. Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos.» (Isaías 26:1-4)
Un mensaje invariable
Nuestra tendencia natural es evadir la visualización de la época del juicio y castigo para la tierra que estos pasajes indican. Por esto es importante que nos demos cuenta de la fuerza y unanimidad de la enseñanza bíblica sobre este tiempo de dificultades. En el Antiguo Testamento vimos:
- La remoción violenta de la estatua que representa el reino de los hombres (Daniel).
- La destrucción del norteño invasor de Israel en los últimos días (Ezequiel).
- La destrucción de los ejércitos de las naciones reunidos en el valle de la decisión de Jehová (Joel).
- La destrucción de las naciones que vienen contra Jerusalén (Zacarías).
- Catástrofe mundial que resulta en despoblación y ruina del sistema humano presente (Isaías).
- En cada una de estas referencias la devastación es causada por la directa intervención divina que obliga a las naciones a reconocer el poder y autoridad de Dios, y conduce al establecimiento del reino de Dios en una tierra purificada.
Las predicciones del Nuevo Testamento son igualmente específicas:
- Jesús habló de un tiempo de juicio ardiente para el mundo a su regreso.
- Pablo frecuentemente aludió a la misma época, llamándola el tiempo de venganza de Dios, cuando Jesús regrese «en llama de fuego.»
- Pedro comparó los juicios del tiempo del fin con la destrucción causada por el diluvio, excepto que esta vez la agencia será fuego en vez de agua.
- El libro de Apocalipsis varias veces describe las grandes batallas finales que pondrán de manifiesto la ira de Dios e introducirán al tiempo cuando «los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo.»
Combinando estas predicciones inspiradas encontramos una visión de una tierra azotada por la guerra, atormentada por el sufrimiento, sacudida por terremotos, trastornada por las revueltas sociales, con sus ciudades quemadas y su población diezmada; hasta que la humanidad finalmente reconoce la existencia del Dios de los cielos y la autoridad que él ha otorgado al único que ha enviado para ser Rey de reyes y Señor de señores. Otro salmo que el mismo Jesús citó aplicándolo al Mesías, habla de su regreso de los cielos para reclamar el trono de David en Jerusalén, y de su aceptación final por un pueblo castigado:
«Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; domina en medio de tus enemigos. Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder.» (Salmos 110:1-3)
No ha sido fácil escribir estas pocas y últimas páginas. No es cosa sencilla contemplar un mundo devastado, lleno de miseria, sufrimiento y muerte. Pude haber ignorado la evidencia. Después de describir el regreso de Cristo pude haberme trasladado rápidamente hasta el tiempo de paz y gozo que envolverá al mundo en el reino de Dios. Pero evitar toda referencia a los juicios de Dios habría sido deshonesto, y yo habría fallado en mi objetivo de presentar la enseñanza bíblica completa. Sobre todo estaría deshonrando al Unico que ha revelado esto para el entendimiento y prevención de la generación que vive en el tiempo del fin.
Pero después de la noche oscura viene un espléndido amanecer. Desde su núcleo en Jerusalén e Israel, el reino de Dios bajo el gobierno de Cristo y sus inmortales auxiliares se extenderá por el mundo entero, tal como en el sueño de Nabucodonosor la piedra que había destruido la estatua finalmente creció hasta llenar la tierra.
Ya hemos considerado en el capítulo 2 el cuadro bíblico del reino de Dios en la tierra y sugiero que mis lectores vuelvan ahora a ese capítulo y refresquen su mente con el gozo y paz que llenarán la tierra bajo el reinado del Mesías de Israel, antes que veamos las breves alusiones bíblicas al perfecto estado del mundo después del milenio.